El desierto del Sáhara es el más cálido y el mayor arenal del mundo.
Sus 9.065.000 km cuadrados, una extensión casi tan grande como la China, abarcan la mayor parte de África del Norte, desde el Mar rojo hasta el océano Atlántico. Marruecos en su zona sur, le suministra varios arenales dispersos, como los de tata y Merzouga y la Gran Hamada (el Desierto de Piedra), que los conecta con 500 km de extensión.
En el camino hacia el desierto de Erg Chebbi, nos encontraremos un conjunto de más de 700.000 palmeras que conforman el palmeral datilera de Tafilalet, regado por los ríos Ziz y Rheris, lugar de paso de las antiguas caravanas de esclavos procedentes de Guinea y Sudán.
El Erg Chebbi es uno de los conjuntos de dunas más espectaculares de Marruecos, con elevaciones de hasta 150 metros de altura. Situado a unos 40 km al sureste de erfoud, entre Hassi-Labiad y Merzouga, es hogar de la mayoría de pastores nómadas, protagonistas indiscutibles de la vida en las duras condiciones que impone el clima desértico. El arenal tiene una longitud aproximada de 22 km, de norte a sur y 5km de anchura.
El desierto comienza en Erfoud, al igual que la carretera que con 17 km de asfalto, permite adentrarse por el paisaje desértico de la hamada sin problemas. Las dunas aparecen de sopetón a unos 700 m de altitud, donde se sitúan los poblados, albergues y hoteles.
No es difícil ver una Mehari, es decir una caravana de dromedarios al estilo tradicional, que se encargan de llevar el equipamiento más pesado, la comida y el agua de los que realizan algún recorrido a pie.
Las grandes dunas se encuentran en el interior del Erg y son las más complicadas para caminar, teniendo que acometerse su recorrido a pie con las primeras o las últimas horas del día, puesto que la arena se encuentra más compactada con las bajas temperaturas.
Lo normal es que en nuestro recorrido pasemos por alguno de los conjuntos de jaibas a pastores nómadas que trasladan algo de ganado a los oasis del interior del Erg. Es impresionante asistir al espectáculo de la caída del sol en función de la duna que se escale. La noche del desierto es algo mágico y viene acompañada de bajas temperaturas que ayudan a limpiar el cielo que se muestra repleto de estrellas, dejando en muchas ocasiones expuesta incluso la vía láctea. En esta latitud amanece bastante temprano (sobre las 05:30h) si se pernocta en el desierto, es normal levantarse con el pausado alboroto que forman los camellos alineando y colocando las alforjas de la Mehari para cargar todo lo necesario para una nueva jornada.
Conforme nos vamos dirigiendo a la zona del desierto más expuesta a los vientos del sur y suroeste, es frecuente encontrar las características olas o serpientes de arena, caprichos de la erosión y tremendamente fotogénicas. En dirección noreste, se alcanza una zona de de dunas menores, rojizas por la proximidad de la Hamada, que es el Desierto de Roca. En el punto casi al final de esta zona, se atraviesa el curso de un río o Ouedque solo lleva agua en periodos de grandes lluvias. Tras su cauce se atisban cercanas algunas viviendas aisladas unas de otras. Son pequeñas formaciones cúbicas de adobe, que pertenecen a pastores nómadas , que a pesar d e su origen tradicionalmente nómada, fijan su residencia en ese lugar cercano a los manantiales.
Los pueblos más cercanos están a unos 20 km y los niños hacen estos largos trayectos diarios en bicicleta para acudir a la escuela. Algunas de estas casas, tienen instaladas grandes jaibas de pelo de camello que alquilan como comedores de los grupos de trekking.
En algunos puntos del desierto, hay que dar grandes rodeos para evitar las aristas de las grandes dunas. Las aristas son en ocasiones tan afiladas que no se puede caminar por su filo sin guardar un buen equilibrio. Cayendo la tarde, es una costumbre acercarse a la denominada “Gran Duna”, una enorme mole de arena de más de 150 metros de altura con una pronunciada “S” que es motivo de fotos inolvidables. Tanto al atardecer, como al amanecer, la arista de la gran “S” tiene muchos candidatos a la cumbre para ver el espectacular mar de arena tiñéndose de tonos malvas, rojos, anaranjados… dejando vislumbrar el gran escalón natural que forma la frontera con Argelia y al oeste las montañas del Jebel Sagro y el Anti Atlas.
Merzouga y el resto de de pequeñas aldeas circundantes al Erg Chebbi, fueron ocupadas en los primeros años de del siglo XIX por la confederación beréber Ait Atá, sometiendo a los ksars del Tafilalet. Nómadas de siempre, cuyos poblados no crecieron hasta la llegada de los primeros viajeros extranjeros.
Rutas organizadas a Las Dunas de Erg Chebbi
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